Microrrelato
Jaime es ciego desde que yo me acuerdo, bueno, desde que lo conocí, ya hace unos años. Acompaño a Jaime donde quiera que vaya, me gusta ser su guía.
El barrio me lo conozco de cabo a rabo, sus aceras, sus escalones, sus semáforos, sus baldosas levantadas, todo para que Jaime no tenga ninguna sorpresa. Aunque a veces sea demasiado patoso y me pise alguna vez, bueno muchas veces, pero sin querer, él siempre se disculpa y me acaricia, y yo le perdono, porque le quiero mucho.
En el barrio todo el mundo nos conoce y nos saluda, nos dicen: Adiós pareja!!. Y Jaime contesta siempre nombrando a quien nos saluda, se conoce a todo el mundo por su timbre de voz. Contesta él porque yo no puedo hablar, aunque no pueda hablar nos entendemos a las mil maravillas.
Mi vida es Jaime, y así será hasta que muera, porque moriré antes que el, eso lo sabemos los dos. Y no me apena haberme dedicado a él toda mi vida. Ha sido todo un placer ayudar a Jaime, porque él es muy bueno conmigo y yo le devuelvo lo mismo, es lo justo.
Solo deseo que cuando yo ya no esté, el que me sustituya sea igual de bueno con él, porque Jaime se lo merece. Se merece tener un buen perro guía con él, como creo haber sido yo.
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