sábado, 8 de octubre de 2016

Uno mas en la familia







     Cuando era niño, en casa de mis padres, me acostumbré a estar rodeado de animales, en mi casa siempre hubo animales, tanto mascotas, como perros o gatos, como demas animales de granja, que era lo normal en los pueblos.

   Mascotas como tal teníamos gatos, casi eran necesarios, mucho animal y mucha comida para ellos, piensos siempre había en casa, y por consiguiente también ratones. Siempre había en casa varios gatos, y aun siguen.
 
    En mi casa  siempre hubo muchos animales como he dicho, aparte de las mascotas, había gallinas y tambien criábamos pollos, que luego se convertían en gallos, y había que ir limpiando, mas que nada porque entre tanta gallina como mucho podía haber un gallo, sino se lía parda. Me acuerdo que mi madre compraba los pollos pequeños en le mercadillo y los traía en una caja de cartón grande, algunas veces los traía de colores, pobres pollos tintados, hace poco me enteré por televisión que el tinte que le echan es super toxico. Pues los traíamos, y mi madre tenía un truco cuando veía un pollito pequeño un poco triste o débil, picaba unos dientes de ajo en cachos muy pequeños y se lo daba,y los pollitos se ponían tiesos en poco tiempo. En mi casa durante mucho tiempo hubo huevos de corral y pollos ecológicos,algo que ahora puede que sea  especial,  para nosotros entonces era normal, criados con pienso y lo que le traíamos de la huerta, maíz, alfalfa, etc.

   También criábamos dos cerdos todos los años, y luego hacíamos la matanza, y rendían mucho, porque todo aquello no se hacía por tradición como lo podrán hacer ahora, lo  hacíamos por necesidad, mi padre no ganaba mucho, y mi madre trabajaba limpiando y en casa hacia jerseys, con una maquina que se tiraba horas y horas por cuatro perras el jersey. Molaba mucho la matanza, y salían cuatro jamones grandes, que mis padres los metían en un sitio con mucha sal y peso por encima. Chorizos, morcillas, lomos, costillas en adobo, como he dicho rendían mucho los dos cerdos.

    También tuvimos mucho tiempo conejos, los criábamos pues teníamos conejas de cría y salían muchos conejillos de cada uno, como me acuerdo de cuando eran todos tan pequeños, todos juntos dando saltos,llegamos tener muchos aveces, y claro los vendíamos, a vecinos o gente que lo sabía se acercaba a mi casa, y...véndeme un conejo pili, que no tengo apaño!, y mi madre me decía, tráeme uno grande, y yo le preguntaba al vecino, lo quieres vivo o te lo traigo muerto ya?, mejor muerto, me decían, y yo como algo mecánico y normal les traía el animal ya muerto. Me acostumbré a que los animales vivían y después morían en mi casa, era lo normal, para eso los criábamos.

    Siempre me acostumbre a estar entre animales, lo único que no eran mascotas, y la verdad que no había ese cariño se le tienen a las mascotas que viven contigo, es muy diferente, quizás porque conviven contigo, al final se les considera uno mas de la familia,  por la compañía te hacen.

    Pasados los años, y ya con casa propia mujer e hijos, en mi casa ha habido pocos animales, varias mascotas. Un gato persa que criamos desde pequeño, (miko) y que al año o así, tuvimos que regalar porque no era compatible con el asma de mi hijo mayor. Fue duro pero no había otra opción, años después mi hijo estuvo en unos valores asmáticos normales, pero ya era tarde para miko. 

    Hace unos cinco veranos me dijo mi hijo mayor que le regalaban un conejo, yo le dije que no quería animales en casa, ya hubo decepción y lágrimas con miko, y no quería más mascotas. Me acuerdo que llegamos a mediodía Mari y yo y estaba delante de la puerta de casa,en la sombra, metido en una caja de las que llevan el pan. Mari se acercó y lo tocó, mira papi, que chulo!! . Miré al conejo, el me miró  y creo que me dijo, te jodes que yo ya me quedo.

   Y se quedó, y tambor (así le llamábamos) nos hizo compañía durante cinco años, le cogimos cariño, el a nosotros también, aunque el señor era muy suyo y no se dejaba coger, pero daba gusto verle saltar cuando lo soltabas, o pasar a casa y recorrerse toda ella, subía escaleras, era un curioso y aventurero viendo todos los rincones de la casa. 

   Enfermó este verano y se complicó tanto que hubo que sacrificarlo después de llevarlo durante dos semanas al veterinario. Decidimos no alargarlo mas por el egoísmo de tenerlo, ya que tambor sufría estando así, y lo llevamos para su último día. Fue una decisión dura, pero nosotros teníamos esa responsabilidad, lo dormimos y el veterinario actuó. 

    Esta enterrado en casa, así lo quisimos, y sigue con nosotros. Le dimos una buena vida y una muerte digna, un poco diferente a la muerte que le daba yo a los conejos que vendíamos, pero todavía al recordarlo se me empañan  los ojos, me habré vuelto un poco blanderas, total, si era solo un conejo, verdad? ...





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